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viernes, 7 de febrero de 2014

AMOR Y FEMINISMO, ¿SON COMPATIBLES?



“El día en que sea posible para la mujer amar, no por debilidad sino por fortaleza, no escapar de sí misma sino encontrarse a sí misma, no humillarse sino reafirmarse, ese día el amor será para ella, como es para el hombre, una fuente de vida”.

– Simone de Beauvoir

Por Alejandra Moreno

Contrariamente a lo que se cree, las feministas no hemos renunciado al amor. Nos enamoramos locamente igual que las mujeres que no se identifican con el feminismo. Sólo no queremos algunas cosas del amor tradicional y tratamos de vivir el amor de una manera diferente a aquella para la cual fuimos educadas. Eso sí: aunque lo intentemos, es cierto que nos cuesta gestionar ese amor sin obedecer a la norma hegemónica.


Las feministas siempre hemos dicho que el amor romántico heterosexual ha perjudicado mucho a las mujeres. Esa popular idea del príncipe azul y la princesa que tiene que ser rescatada no nos atrae, rechazamos el concepto de ser la media naranja de alguien y la idea de que sin pareja no se es nada.

Podemos identificar fácilmente la violencia asociada “al amor” (el control, el matrimonio forzoso, la maternidad impuesta, el vigente rechazo a la homosexualidad, etcétera), pero, cuando nos paramos a reflexionar sobre el tema, nos suelen surgir preguntas increíblemente largas y contradicciones profundas. Queremos un amor diferente al aprendido, pero las cosas “tradicionales” que rechazamos vienen muchas veces de la mano con una relación.

Nos preguntamos si algunas de las fórmulas nuevas funcionan. Muchas decidieron romper con la monogamia pero resultó que tampoco el poliamor les funcionó. Muchas rompieron también con la idea de la heterosexualidad obligatoria, pero eso tampoco las liberó de algunas ideas estereotipadas sobre el amor. Nos quisimos deshacer de los términos “novia” o “novio”, “pareja”, ni qué decir de “marido”, “esposa”, etcétera, pero tampoco hemos conseguido encontrar la manera de nombrar a la persona que, al fin y al cabo, es nuestra pareja o nuestra novia o novio. Tampoco nos gustó el término “amiga/o especial”, “free” porque sabemos muy bien que existe algo (o mucho) más que eso.
Tratamos de romper patrones. Queremos vivir con alguien, pero queremos que no sea en términos patriarcales. Queremos dar y compartir, pero no queremos depender ni anularnos en el proceso.

Yo estoy enamorada desde hace un tiempo, no lo voy a negar. Tampoco me cuesta admitir que estoy locamente enamorada, pero sí que me cuesta pensar en todo lo que eso implica. La persona que elegí como compañero de vida me es muy importante, es mi amigo y a la vez mi amor, y, como yo, quiere hacer las cosas distintas también, pero la mitad del tiempo la pasamos luchando entre lo que queremos y lo que nos enseñaron que debe ser. Pasamos el tiempo pensando e ideando maneras de relacionarnos diferentes, maneras que creemos pueden ser más saludables para ambos.


No comparto la idea de que “el amor puede con todo”. En las relaciones que he tenido la llamada “magia del amor” me ha durado sólo mientras esas relaciones me aportaban algo bueno. No se me da bien rescatar, ni cegarme, ni luchar, ni aguantar. No me malinterpreten; claro que trato de cuidar, amar y procurar lo que tengo con esa persona que está a mi lado (o delante, o detrás, o encima o abajo) y tampoco le pido más de lo que me pueda o quiera dar a quien esté conmigo.

No me gustan las cosas forzadas. Las historias se viven, no se tienen. Yo no quiero tener una relación; quiero vivir mis relaciones, sentirlas, amarlas (y eso lo aplico al resto de mis relaciones, sea con los amigos, con la familia, o con cualquier otra persona), y si no es así, no me interesan esas relaciones.

Hace tiempo decidí que quiero relaciones basadas en el cuidado de ambas partes. Pero eso no significa que “voy a estar ahí pase lo que pase o hagas lo que hagas”, ni que voy a poner tus deseos, tus necesidades o tus penas por encima de las mías. El cuidado significa ponerse en un mismo nivel de relevancia a la hora de compartir algo. Cuidar a los y las demás significa dejar que la cuiden a una, mostrar debilidad y fortaleza cuando corresponda, aunque eso asuste también.

El amor es algo extraordinario. Tanto el amor entre amigos, como el amor “de pareja”. Tiene la capacidad de convertir un simple desayuno en la cosa más especial del mundo. Lo mismo ocurre con un café o con una buena comida. Incluso charlar en la calle puede convertirse en algo especial cuando se dispone de buena compañía. Ni hablemos de lo sexual que ya es todo un tema, eso a lo que llaman “hacer el amor”, expresión que a muchos no nos termina de convencer.

Quizá se trate de ese peso del que las feministas tratamos de deshacernos, pero no hay duda: tener sexo con esa persona que me vuelve loca y me apasiona, a quién amo profundamente, no es lo mismo que tener sexo con cualquier otra persona.

Tal vez muchos no sepamos lo que queremos pero tenemos claro lo que no queremos y mientras lo descubrimos podemos seguir viviendo, cuestionando, pensando y, por supuesto, amando.


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