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lunes, 26 de mayo de 2014

TU ESPÍRITU" LIBERTARIO" ME VIOLENTA: CARTA A MI MACHO-PROGRE FAVORITO



Hola Macho Progre:

Te encontré en Facebook – tu trinchera de batalla- defendiendo los derechos de las mujeres y Zas! te volviste hacia mí indignado. Me preguntaste con toda la arrogancia de saberte poseedor único del don de la Libertad: “¿Cuál es el argumento teológico para que uses el Hiyab (Pañuelo islámico)?” “A ver, explícale a mi ombligo occidental universalista omnicomprensivo libertario ¿Por qué te vistes así? ¡Es que a mí no me gusta!”


Ok Macho Progre. ¿Qué tal… Porque me sale del coño? A mi no me interesan las opiniones teológicas ni culturales de otros machos como tú, sobre las razones por las cuales debo o no vestirme como quiero. Sobre mi vida no te debo explicaciones.

Cuéntame tú a mi ¿Por qué te las debo? Lo que faltaba es que yo tenga que explicarte a tí sobre mis elecciones de vestuario.
Más bien, desde tu asumida superioridad de género y cultural, explícame ¿Por qué las mujeres se hacen cirugías estéticas y se inyectan Botox hasta quedar tiesas? ¿Por qué no se ha revisado la historia de las colonizaciones y la depredación brutal sobre el ecosistema y los cuerpos de las mujeres a que dio origen? ¿Por qué no hablamos de la parte de responsabilidad de tu sociedad “civilizada y progresista”, en la explotación y tráfico laboral y sexual de las mujeres que tratas de salvar de su forma de vestir? ¿Por qué no estás igual de indignado, por el retroceso en los Derechos Reproductivos de las mujeres del mundo desarrollado al que dices pertenecer?

¿Es que sólo hay Patriarcado cuando se trata de Mujeres Musulmanas y hombres de piel morena y/o barbudos? ¿Es que toda la opresión femenina puede ser explicada en un trozo de tela de 70 x 150 cms.?¿De dónde te salen esas infulas de superado y la convicción de que NO eres parte de todo eso?

Ah ya. Ahora me sales con el argumento de que en algunos países musulmanes a las mujeres se las castiga por no llevar Hiyab. Es verdad. Te digo más: Se las castiga por conducir, por escribir un blog, por ser disidentes políticas y defender los derechos humanos. Yo creo que es terrible que se nos obligue a las mujeres a usar la ropa que no deseamos; que se censuren nuestras opiniones o se deslegitime nuestro activismo; que nos obliguen a tener sexo o a tener hijos que no queremos o a recibir una paga injusta. Me asusta la idea de ir presa por recurrir a un aborto terapeútico en Chile o por bailar en los tejados en Irán.

Lo que tu soberbia no te permite ver, es que en todos estos casos, el problema no es la apariencia de las mujeres, ni su creencia en Dios, ni su raza ni su cultura, sino la obligación que pesa sobre nosotras, de ser de una manera o de otra, para contentar a machos de uno y otro lado, incluyéndote a ti. El problema no somos nosotras y nuestras decisiones, sino ustedes y sus imposiciones. El problema es el Patriarcado.

Tu espíritu libertario me violenta. Tu progresismo es tan hegemónico y androcéntrico como el Islam dogmático: Tú quieres mandar sobre mi libertad y mi cuerpo tanto como el Islamista, tanto como el político pro-vida, tanto como el Feminicida.



Aunque tu resistencia a mi estilo de indumentaria no es comparable a recibir 40 cuchilladas por celos, sí es parte de la misma cadena de ideas que hace de las mujeres objetos minorizados y alterizados, débiles y pasivos, incapaces de decidir, sin poder de resistencia, en necesidad de protección por antonomasia. Tu quieres anular mi voz tanto como el clérigo que me prohíbe hablar en la mezquita. Tú eres parte del problema.

No te hablo desde el respeto. Tú me faltas el respeto, cada vez que me hablas como si yo fuera incapaz de comprender la realidad y necesitara de tu catecismo que desautoriza mi visión, mi experiencia y mi objetivos con respecto a mi misma y la realidad que vivo. No. No te hablo desde el respeto, porque el respeto de alguien que me considera inferior no es respeto. El respeto se da entre iguales. Los iguales no cuestionan las decisiones de otrxs con espíritu policíaco, las analizan juntos.

Dime ¿Qué estás haciendo en concreto para reafirmar nuestro derecho a vestir como queramos, sin que pesen argumentos masculinos de validación, ya sea a favor o en contra? Además de hablar desde tu ombligo, que te dicta que tu salvación blanca, atea, rubia y europea es la solución universal a problemas interseccionales… ¿Qué estás haciendo, más allá de negar nuestra agencia para identificar, resistir y desmantelar las estructuras de opresión que nos dictan como vivir y hasta como ser libres?


Lo que las mujeres hacemos o dejamos de hacer con nuestro cuerpo, vida y creencias, dejará de ser un tema político para ser una cuestión personal, cuando tú y los machismos de todo tipo, sean musulmanes, católicos, ateos, marxistas, trotkistas o anarco socialistas se callen de una vez y dejen hablar y resolver a las mujeres, como sujetas que somos; las únicas con legítima autorización para opinar sobre nuestras realidades y decidir que hacemos con ellas.

Mi Hiyab no es incómodo ni opresivo como tu MachoProgresismo

¿Quién te necesita por lo demás? Hace tiempo que las mujeres del “tercer mundo”, musulmanas, negras, latinas, inmigrantes o trabajadoras domésticas de tu barrio, aprendimos a sacar la voz y hablar por nosotras. Tú y tu vanidad son parte del sistema que nos oprime. Ya lo sabemos. No nos engañas. Tú eres un hijo sano del Patriarcado, tiranizando a las mujeres que no piensan ni viven como tú crees que deberíamos, con una falsa bandera de respeto y libertad; ejerciendo violencia con tu altanería, que no libera a nadie más que a tu orgullo viril. Eres un hijo de tu padre. (Las putas no tuvieron nada que ver).



Ay! ¿Te sientes ofendido porque dije “Coño”? ¿La imagen del sexo femenino te hace sentir insultado? ¿Cómo andamos de misoginia eh? Ah, es que decir Coño me hace mal educada. Verás, esa es una típica estrategia machista de desautorización: Atacar la forma ante la incapacidad de contra-argumentar al fondo. Claro, soy una mujer y decir groserías es “poco femenino”. Que libertario que eres, macho progre, cuidado con irte a los extremos del libertinaje con tu sexismo y estereotipos.

El acoso: Dicotomía vestido-desnudez

El acoso no tiene que ver con la visibilidad de mi cuerpo, porque cuando salgo a la calle este no es fácilmente visible. Soy una mujer musulmana que sale a la calle cubierta. Y cuando digo cubierta me refiero a que visto un Jilbab o un pantalón con un minivestido que cubre el triángulo del pubis y un Hiyab. El Hiyab, en este caso entendido como pañuelo islámico envuelve mi cabeza, cuello y parte de mis hombros. Solo es posible ver mi cara y mis manos. Nadie me obliga a vestir así, es mi decisión. Tampoco me cubro por miedo a provocar los deseos de los hombres sobre mi persona. Tengo muy claro que nada en mí puede evitarlo.


Si el acoso sexual no es una cuestión de belleza o de cuanta ropa cubre el cuerpo, es entonces una cuestión de poder. El poder para cosificar a una mujer en el espacio público, a través de expresiones o avances físicos de connotación sexual, para mostrarle que lo publico no es su lugar natural y que si no desea ser molestada, debe volver al mundo privado: El hogar.

La desnudez es la forma principal de cosificación del cuerpo de la mujer en esta sociedad. El estar yo cubierta es una oposición deliberada a dicha cosificación a través del desnudo, el cual además se percibe como sinónimo de “libertad”: Una mujer exponiendo sus partes íntimas en televisión, se considera un acto de liberación femenina y hasta feminista; sin embargo, lo único liberado son las urgencias sexuales reprimidas de algunos caballeros, gracias a la exposición voluntaria de la mujer objeto. Esto además, debilita el discurso feminista sobre las capacidades e identidades particulares de cada mujer como base de su emancipación, la cual, entre otras cosas, no es sinónimo de desnudez, sino de autonomía sobre el propio cuerpo.

Si bien ir cubierta no previene el acoso, tampoco debería ser motivo de él.

Mi cuerpo cubierto, como forma de expresión de mi autonomía sobre él, desafía al patriarcado al oponerse a dicho concepto de “Liberación Femenina” que complace el sexismo de una cultura fuertemente arraigada en el poder sexual del macho sobre la hembra. Yo me declaro libre a mi manera y en este proceso no hay interés por cubrir las expectativas del machismo, lo cual crea curiosidad, alguna resistencia y alta expectativa erótica: En la mente del macho promedio, sigo siendo una mujer objeto pero “me cubro esperando que un hombre me descubra”, lo cual abre la puerta a una nueva forma de cosificación del cuerpo femenino.

La segunda razón tiene que ver con la construcción del “otro” diferente a partir del eje autoridad-subalteridad, en el cual la cultura en la que vivo representa el discurso autorizado y los elementos visibles de mi identidad religiosa son reconocidos como elementos de un lenguaje subalterno, de parte de un “otro” diferente que no es igual, no sólo porque luce o tiene elecciones de vida distintas, sino porque se le considera menor.

No es usual ver una musulmana en la calle, porque se presume que “vive encerrada por el marido bajo 7 llaves”; menos se espera verla en una marcha contra la violencia de género, dando una conferencia pública sobre Feminismo o hablando en la radio sobre sexualidad y derechos reproductivos; mi presencia real rompe todas las ideas preconcebidas y los estereotipos de la mujer musulmana, que viven en la mente occidental, bien alimentados por la industria cultural: Desde la sumisión pasiva de una mujer sometida a la violencia del macho y a la tiranía del velo, a la cual es necesario liberar y enseñar la libertad de la democracia; hasta el mito de la sultana, la odalisca, la chica del harem, silenciosa y complaciente, que esconde bajo la ropa un paraíso de orgasmos, siempre lista a la necesidad sexual del amo; sin dejar de mencionar el estereotipo étnico-cultural que hace a muchas personas suponer que soy árabe, turca o iraní, hablarme en inglés o francés o tratarme como una ignorante en base al soberbio prejuicio de que “Tú no entiendes nuestra cultura” (mi cultura es la misma de ellos, sudamericana) como si, por su parte, ellos entendiesen lo que es el Islam sólo con verme pasar.



En ambos casos, el acoso sexual actúa como estrategia de subyugación de parte del poder del patriarcado y su normatividad erótica y cultural que se resiste a aceptar un “otro” que se construye a si mismo, con un discurso propio con respecto a la manera en que declaro autonomía sobre mi cuerpo y me empodero en torno a los elementos de mi identidad. Mi presencia rompe los esquemas del orientalismo y del machismo, ya que hago uso de mi derecho a resistir la “liberación femenina” del sexismo y me rebelo contra los intentos de disciplina que pretenden hacer de mí una expresión menor de identidad femenina, cuya libre circulación y participación en el espacio público, debe ser autorizada por el falocéntrismo dominante, de lo contrario se expone a ser tratada como un objeto disponible para todo tipo de maltrato.




VANESSA RIVERA DE LA FUENTE
Educadora y comunicadora social feminista, especialista en proyectos sociales.Es pionera en América Latina del Feminismo Islámico y los Estudios de Género en el Islam. Su trabajo se centra en tres ejes fundamentales: Género, Identidad y Comunicación; Sharia y Ciudadanía; Sexualidad, Violencia de Género y Fundamentalismos Religiosos

1 comentario :

  1. Excelente afirmación de autonomía y rechazo a las relaciones de subalternidad. Gracias por la claridad, porque cada día nos toca darle la pelea a los centrismos. Abrazo reconocedor y solidario.

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