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lunes, 21 de septiembre de 2015

LA INTENSIDAD DE LOS ORGASMOS

Ilustración: Sonia R. Arjonilla

“¿Se puede medir la intensidad de los orgasmos? ¿Cabría plantearse diferencias por sexo (si son más intensos los orgasmos femeninos o los masculinos)?”.


Buscando investigaciones sobre la intensidad de los orgasmos, encontramos al psicoanalista William Reich, que acuñó el concepto “orgón”. El orgón es la energía vital de todo organismo, es la fuerza motora del reflejo del orgasmo. Y para hacerlo visible creó el Acumulador de Energía Orgónica, cuyo objetivo era hacer fluir la energía por el cuerpo de sus pacientes. Esta etapa de Reich fue considerada como delirante por la comunidad científica de la época, aunque actualmente… ¿quién sabe?

La intensidad de los orgasmos es difícil de medir, puesto que tiene un gran peso subjetivo. Orgasmo sólo hay uno, pero interaccionan tantos factores que ninguno nos sabrá igual. Todo ser humano es una mezcla de factores biológicos, psicológicos y sociales… ¡y en el orgasmo no iba a ser menos!

Desde el punto de vista biológico, el orgasmo es la respuesta neurovegetativa que el organismo produce a los estímulos generados en la fase de excitación (que también varían de una persona a otra y de una cultura a otra) de la respuesta sexual humana. Esta estimulación se traduce en impulsos eléctricos que llegan al centro de reflejo orgásmico, en la médula sacrolumbar, desencadenando una serie de contracciones en el suelo pélvico. Estas contracciones son las que conocemos como orgasmo. El tiempo medio de contracciones y la duración de las mismas varían de una persona a otra y en la misma persona de un orgasmo a otro.


Desde el plano psicológico, todo orgasmo tiene un enfoque subjetivo. ¡Por algo el cerebro es el mayor órgano sexual que tenemos! Cuanto más nos entreguemos al disfrute, mayor probabilidad hay de que la intensidad de nuestro orgasmo sea mayor. Cuantas más libertades nos demos y cuanto más experimentemos con nuestro cuerpo, no centrándonos sólo allí donde nos han dicho que hay más placer, sino descubriendo nuestras zonas propias de placer, más disfrutaremos de nuestros orgasmos. Nunca hay un orgasmo igual a otro. En este plano se incluye también cuánto hayamos aprendido de nuestro cuerpo y de nuestras respuestas a los diferentes estímulos.

Ilustración: Sonia R. Arjonilla
Y, por último, el plano social. Aunque disfrutemos del orgasmo en la intimidad de una habitación, traemos todo lo social, todo lo aprendido, en nuestra cabeza. De ahí lo que antes comentaba: si nos limitamos a reproducir lo que supuestamente hay que hacer, tendremos lo que siempre tenemos. Que no tiene ni por qué estar bien ni mal, pero nos quedaremos en la superficie. Una educación centrada sólo en lo reproductivo y enfocada a la prevención, limita nuestra visión disfrute. En cambio, si nuestra educación se ha centrado en el placer, tendremos más posibilidades de ampliar nuestro disfrute.

Un ejemplo de estos tres planos lo tenemos en dos casos: la potencia multiorgásmica de las mujeres y la duración de la erección de los hombres.

En el caso de la multiorgasmia, socialmente está muy bien considerada, pero lo que determinará si le gusta o no finalmente es el plano subjetivo de la mujer. Porque tal vez el centrarse en conseguir muchos orgasmos le deje la sensación de orgasmos leves y poco placenteros. O no. De ahí que cada cual busque y encuentre lo que mejor le vaya a ella como ser individual.

En el caso de la duración de la erección, culturalmente está muy bien considerado que el pene se convierta en el protagonista del encuentro, como si de un ente con vida propia se tratase. Normalmente, cuando así pasa, el poseedor de dicho pene no suele encontrarse demasiado satisfecho con el momento, puesto que le supone una constante alerta, y la intensidad del orgasmo suele ser baja. En cambio, si esta duración viene determinada porque el encuentro se centra en el placer y no en el cumplimiento, donde entran otras prácticas sexuales no limitadas sólo a la penetración, la sensación subjetiva suele ser positiva.


Por tanto, medir la intensidad, cuando hay tantos factores interaccionando, es muy complicado. Lo que sí se puede hacer es potenciar nuestro placer y nuestros orgasmos conociendo nuestro cuerpo más y disfrutando de todas sus posibilidades.

Las claves para aumentar la intensidad de nuestro placer y de nuestros orgasmos son:

– Ante todo, valorar nuestro placer y fomentar nuestro sano egoísmo. No estar con la mente en lo que le gustará a la otra persona, sino lo que a mí me gusta hacer.

– Disfrutar del camino. Que cada cosa que hagas sea un fin en sí mismo. Si ponemos la mente en el orgasmo que vendrá, nos perdemos el placer que hay en el aquí y el ahora.

– Jugar con la respiración. Y esto no incluye dejar de respirar, porque cuando se hace, disminuyen las sensaciones. Conoce cuándo aumentas la frecuencia respiratoria, cuándo la disminuyes… Y cuando lo tengas claro, juega a cambiar el orden. ¡Te sorprenderá¡

– Abandónate. Apaga las alarmas, porque ese momento es tuyo y sólo para ti. Olvida los condicionantes sociales. Juega con tus sonidos, con tu voz, y deja que tu cuerpo te guíe.

– Conoce tu suelo pélvico. En él se producen las contracciones del orgasmo y juega un papel primordial en la contribución del placer genital. Si lo mantienes con buen tono, verás cómo podrás tener más posibilidades con tu cuerpo.

– Pon tu mente en modo juego, porque desde él se vive todo desde la alegría y el placer del descubrimiento.

Y, sobre todo y ante todo, nunca vayas en busca del orgasmo. El orgasmo nunca acude cuando se le llama, sino donde escucha la fiesta.



Texto extraído de: Pikaramagazine.com

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